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Tensiones-distensiones.

Luis Felipe Ortega

 

I.

El cuerpo o la posibilidad de seguir refiriéndonos a él, de seguir inventando ese objeto que ha dado para más de un discurso, para más de un manual, para más de un largo diálogo entre sus límites y su emplazamiento objetual. El cuerpo: tildado, mutilado, corregido, aumentado… espacio de terquedades; voluntad de mantenerlo en un estado de corrección permanente o puesto a andar en los senderos de su potencial; cuerpo en movimiento, cuerpo sexual, cuerpo que deja ver en su comportamiento lo que se es, lo que se pretende ser, lo que se puede ser: mecanismo de conciencia, de seducción, de perversión. Maquinaria al fin al cabo que se engrasa con fluidos de todo tipo. O como quería Octavio Paz a propósito de La novia puesta al desnudo por sus solteros, aun (de Marcel Duchamp), máquina erótica en una pintura que ya no representa al cuerpo femenino sino que lo construye a través de imágenes que parecen salir de un manual de ingeniería mecánica y no de un manual de anatomía.

 

El cuerpo nuevamente aquí, dentro de una de las convenciones del arte contemporáneo (acción, performance) cuya premisa es su utilización como herramienta básica en el proceso de una pieza, en su posibilidad de estar, de mantenerse estable en un espacio y un tiempo. Desde el in situ de las piezas de los años sesentas hasta la rigurosa construcción de imágenes en movimiento, nos encontramos con una suerte de menú donde el artista que trabaja en nuestros días elige la manera en que ese cuerpo ha de hacerse visible. Conciencia del cuerpo y conciencia del medio: Vito Acconci seduciendo a la cámara de video en Theme Song, le canta, le habla bajito, le susurra.


II.

Uno de los videos –¿debería decir performance?- tempranos de Daniela Libertad, aludía

-casi inevitablemente- a la ausencia, a la espera, a la contemplación de su espacio doméstico, al juego con su cuerpo como una manera de articular secuencias que pudieran hablarnos de aquello que no se podía ver. Una especie de retrato de los lugares o cosas que se encontraban demasiado cerca de ella, afectiva y físicamente. Llamaba la atención el énfasis que había en el contacto de sus manos y el juego general de su cuerpo para marcar una estrategia de escalas con dichos lugares. Se silenciaba la imagen para dar paso a la imposibilidad de saber, de tomar fijamente este o aquel tema… sucedían las secuencias y se acentuaba el contacto cuerpo-objeto. Luego se salía de ahí y comenzaba a dibujar, a inventar escenas.

 

III.

Luego, un abandono de esos espacios, un alejamiento de las emociones para ir hacia la búsqueda y concentración en un objeto, en estudiarlo, en intentar conocerlo mientras proponía formas específicas de relacionarse con él. En Lirio 2006, la acción sucede con un jabón de baño, un objeto cotidiano que ha elegido Daniela para ser modelado por su piernas. El jabón es presionado y vuelto a presionar hasta que la tensa repetición va dejando las huellas en el objeto, no toma otra forma –no se persigue eso- sino que se pone en juego la naturaleza del material frente a ese cuerpo que muestra su propia fuerza. Llama la atención que en este video no hay ningún interés de postproducción, trabajando a la manera de los artistas de los años setentas, se decide por un corte directo de imagen y sonido. (En esta época del final cutcasero y recordando la manera en la que los artistas jóvenes han decidido manipular las imágenes, esta artista apostó por dejar que la acción produjera la tensión que se buscaba y que fuera la manipulación del objeto la que determinara la condición escultórica del mismo.)

Creo que es en esta pieza donde se delimitan los recursos, tanto matéricos como visuales, con los que Daniela ha continuado su obra. Si para Chris Burden el cuerpo era ya un preciado material escultórico, Daniela lo empuja hacia la búsqueda de objetos que irrumpan no solamente en la transformación física sino en los efectos sicológicos que la acción misma puede provocar. Aunque su residencia en Alemania (como intercambio escolar todavía) la empujaba a no detenerse en un sólo proceso sino salir hacia la exploración de otros soportes, se ha ido delimitando claramente su campo de acción y los materiales que le permiten no fijar su mirada solamente en el vínculo cuerpo-objeto sino en la autonomía tridimensional del acontecimiento.

 

IV.

Hace un par de años las conversaciones con Daniela derivaban generalmente en el tema de la seducción, algunas entrevistas que estaba realizando la llevaban por ese camino. Siempre creí que se volvía un pretexto para llegar directamente al cuerpo y la posibilidad de hacer una investigación personal a través de algo que históricamente se mira como un espacio de riesgo (y aquí no intentaré explicar lo que Michel Foucault intentó en toda su obra). A la distancia de aquellas conversaciones, Daniela se dedicó a enfocar algunas partes del cuerpo con las que podía potenciar esas preocupaciones y a localizar objetos cuyo conocimiento implicaba una profundización escultórica. Los resultados resultados formales (un globo inflándose en su cabeza, Heliocefalia 2007, o una botella estirando sus labios, Botella 2007) dan cuenta de este acercamiento, literalmente, a ciertas zonas, provocando no solamente una nueva condición del cuerpo sino dejando ver la naturaleza violenta de los objetos. Lo que tenemos es una serie de autorretratos donde no pocas veces Daniela se obliga a desparecer gracias a esas provocaciones, a esas tensiones.

 

V.

Se grita dentro de un globo y ese grito provoca que el material se infle… otro grito. Se espera el estallido. Los listones del vestido son sujetados por alguien, Daniela corre. En algún momento vendrá la caída… Nada que hacer, se han puesto ciertas fuerzas en tensión y ha de provocarse algo; se ha perturbado la condición cotidiana del objeto y vendrá su transformación, a veces como venganza, a veces como un susurro de lo que somos, de lo que podemos ser.

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